El amor

  Meripoza, 28

Tus besos no pronunciados son silentes caricias que he atesorado juntamente con los huecos de las mejillas que acompañan mi sonrisa. No hay quietud en está linda marea que hace naufrago mi alocado racimo de pensamientos, las analogías colocan al corazón como faro en este tempestuoso proceso que había llamado autolesivo. El fresco de la noche, la tranquilidad que resguarda tu silencio y el mío en un baile con compases a destiempo, sin ton ni son. Engalana la noche con esa melodía de tu luz marchita que no he querido guardar para mí solamente. Porque este papel está desgastado, la tinta se agota y tus sentimientos entran en un martirizado tarareo que entra como rayo sobre esa enorme ventana para posarse en mi primer pensamiento matutino. Cuando esté olvidado mi recuerdo en las mentes y los escritos quedará lo que eres en mi [...] Era la habitación más larga que pude visitar, las paredes estaban llenas de melancolía, lo anhelaba, en verdad lo anhelaba, sentía que estaba incompleta, sin él, sin lo nuestro, sin esperanza de seguir, ¿acaso el sol no saldrá de nuevo?, ese hombre que lucha, ese hombre bajo la lluvia que tartamudea, que saborea un beso y puede cargarme solo para hacerme sentir la pequeña y frágil espina que lástima su corazón, ¿donde esta pues tu amor?, sigo lastimada conteniente de ilusas lagrimillas de verano, ¿donde esta nuestra canción?, quería rendirme y despojar estos fragmentos de la literatura universitaria. ¿Podría? Unos días quería escribir, otros tantos solo dibujar formas con melodías desacompasadas, otros claudicar; este sistema no te permite rendirte. El amor duele...